Rodrigo González de Girón, Golfer de las Torres, Guillermo Cardona, Ramiro Sánchez de Navarra, Guillermo Jordán, Pedro de Moncada...
Se ha estrenado la película El capitán Trueno con más pena que gloria, pese a contar con una prometedora trama que sitúa al héroe del tebeo español en Palestina, en tiempos de la Tercera
Cruzada. Los amantes del cómic han visto guerrear al capitán junto al sultán Saladino y Ricardo Corazón de León sin necesidad de preguntarse por su rigor histórico pero, ¿combatieron realmente los españoles en las cruzadas?
Corría el año 1095 y correspondía clausurar el Concilio de Clermont. El papa Urbano II se dirigió a la muchedumbre: “Turcos, persas, árabes y agarenos han invadido Antioquía, Nicea e incluso Jerusalén, que guarda el sepulcro de Cristo (…) Dueños absolutos de Palestina y de Siria, han destruido las basílicas e inmolado a los cristianos como si fueran animales”.
Urbano II apelaba a la unidad de la cristiandad respondiendo a la llamada de auxilio del emperador de Bizancio, Alejo I, que había asistido impotente a la expansión mahometana, consumada en la invasión de Jerusalén en 1076. “¿A quién corresponde vengar estas injurias y recobrar estas tierras sino a vosotros? Tomad el camino del Santo Sepulcro, arrancad aquellos lugares del poder de esa raza maldita y ponedlos bajo vuestro dominio”. Y citó a san Mateo: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”.
Los nobles enardecidos, ya arrancaban jirones de tela roja pegándolos en forma de cruz a su pecho cuando Urbano II cerró su discurso con el que habría de ser el grito de guerra de los cruzados: “¡Dios lo quiere!”.
Son muchos los historiadores que han excluido a nuestra nación de aquella “carga hacia Dios” – en palabras de G.K. Chesterton – que fueron las cruzadas, bajo el honroso pretexto de que nuestros reyes tenían ya suficiente con frenar las acometidas sarracenas que llegaban del norte de África. Bien es cierto que nuestro país carece de campeones de la talla de Godofredo de Bouillon o Ricardo Corazón de León, pero nuestras crónicas de ultramar recogen episodios notables de cruzados españoles que respondieron a aquella llamada con valor y entusiasmo militar, dejando bien alto el pabellón español en los Santos Lugares. No en vano, nuestros caballeros acudían endurecidos por dos siglos de heroica resistencia y acostumbrados a vivir en permanente hostilidad.
“Estos no huirán por ninguna manera”
Uno de los primeros caballeros en preparar su marcha a Palestina fue el conde Tolosa, don Ramón de Saint Gilles, que había combatido en Castilla y Andalucía junto al rey Alfonso VI, casando después con su hija doña Elvira. Don Ramón comandaba a los franceses del sur, formando un ejército de unos cien mil hombres poblado de catalanes y otros vasallos españoles que participaron en el sitio de Nicea y la famosa batalla de Antioquía.
Cuentan que al final de esta batalla, recontando las tropas que salían invictas, se fijó el príncipe bizantino Colomán en un grupo de unos siete mil españoles, preguntando por ellos a su privado Amegdelis, que le respondió que aquellos eran “muy buenos caballeros” que habían guerreado en España y le advirtió que “aunque otros huyan del campo, estos no huirán por ninguna manera” y antes querrán “morir en servicio de Dios que tornar sus cabezas para huir”. Así era la fama de los españoles en Tierra Santa y así lo entendió el príncipe, que prefirió marchar de allí antes que esperar a tropas tan esforzadas y aguerridas, según nos cuenta Martín Fernández de Navarrete.
Conocemos la historia del conde don Rodrigo González de Girón, que dejó su cargo de gobernador de Toledo por desavenencias con Alfonso VII el Emperador y marchó a Jerusalén, distinguiéndose en muchas batallas y fortificándose en el castillo de Torón, frente a la ciudad hebrea de Ascalón, que resultó inexpugnable hasta que se lo cedió a la Orden del Temple regresando después a España.
Uno de los cruzados españoles más sobresalientes fue el caballero Golfer de las Torres, que protagonizó un heroico lance durante el cerco de Antioquía al defender un puente contra cinco sarracenos, matando a tres de ellos y robando sus cinco caballos, un hecho que inició una sangrienta batalla a las puertas de la ciudad que terminó con más de mil bajas entre los musulmanes.
Las crónicas de ultramar citan al infante Ramiro Sánchez de Navarra, hijo del rey don Sancho, que participó en el asalto a Jerusalén en la Primera Cruzada con el capitán Saturnino Lasterra al mando de sus tropas. Godofredo de Bouillon quiso premiar su valor regalándole una talla de la Virgen junto a una porción de tierra del Santo Sepulcro y un fragmento de la Vera Cruz, reliquias que se conservan en la Iglesia de Santa María de la Piscina, en La Rioja, que ordenó levantar el infante en su testamento.
Nombres tan significativos como Don Guillermo Jordán, conde de Cerdaña, que participó en la toma de Tortosa y el asedio a Trípoli, el conde de Barcelona Berenguer Ramón II o el cardenal Pelagio de León, que tuvo gran protagonismo en la Quinta Cruzada, nutren nuestra historia en ultramar junto a otros menos conocidos como los templarios españoles Guillermo Cardona y Pedro de Moncada.
Unos y otros ejemplifican el entusiasmo de nuestros caballeros por defender los Santos Lugares, hasta el punto de que los propios monarcas europeos y la jerarquía católica tuvieron que frenar aquel ímpetu concediendo idénticas bulas e indulgencias a los caballeros que guerreaban en España, convirtiendo así la Reconquista en la gran cruzada de Occidente.
Indulgencias españolas
Desde el siglo XII, la guerra en España ocupaba tanta atención en los concilios católicos como la que se libraba en los Santos Lugares y numerosas campañas españolas vinieron precedidas de una llamada a la cristiandad, como ocurrió en la toma de Zaragoza (1118) a cargo de Alfonso I el Batallador. El Papa Gelasio II resolvió en el Concilio de Tolosa que concedería indulgencia plenaria y remisión de sus pecados a cuantos muriesen en aquella empresa o perseverasen en ella hasta concluirla. Idéntica dispensa obtuvo Alfonso VIII de Castilla en la legendaria Batalla de las Navas de Tolosa y otras tantas conseguirían Fernando III el Santo en su conquista de Sevilla y Jaime I el Conquistador en Mallorca y en Valencia. El rey aragonés llegó a embarcarse para partir a ultramar y participar también en la cruzada palestina pero una tempestad hundió parte de su flota obligándole a regresar.
4 comentarios:
http://es.wikipedia.org/wiki/Hugo_IV_de_Ampurias
Este conde lo fue de Ampurias. Estuvo en la III Cruzada.
¿Con el Capi... o era el capi?
No me lo puedo creeeeeerrr!! Un blog sobre el Capitán Trueno! Con lo que me gustaba leer sus aventuras en aquellos años de la infancia. Tengo una deuda de gratitud con el capitán.
Muchas gracias por su visita, gracias a lo cual he podido descubrir este espacio. Lo pondré en mi blogroll para que otros nostálgicos tengan la oportunidad de conocerlo.
Feliz fin de semana
Bisous
Bienvenida a este Blog... misteriosa y distinguida "Dama Enmascarada" (He tenido que mirar en el diccionario). Y gracias por añadir un enlace desde su Blog "DE REYES, DIOSES Y HÉROES" (http://themaskedlady.blogspot.com/),a este nuestro Sonido del Trueno. Espero que el señor Manuel Collado sepa corresponder a su gentileza y haga otro tanto.
Le envío una reverencia con el ala de mi sombrero... :-))
Bienvenida de corazón, querida dama... Por supuesto, correspondiendo a tu deferencia para con nosotros, he procedido a indicar un enlace a tu interesantísimo blog, al que he tenido la fortuna de entrar gracias a tu agradecido comentario.
Un saludo y espero que disfrutes aquí con nosotros.
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