martes, 11 de octubre de 2011

"La guerra de Thule" (I)

El amigo y compañero truenófilo Joan Carles Franquet ha facilitado a "El Sonido del Trueno" el primero de los relatos que escribió de manera aficionada guiado por un único objetivo: su sempiterna admiración por la obra de Mora y Ambrós... Bajo el seudónimo de Jacques Fiston, Joan Carles construye una historia amena, eficaz, solvente y lo más importante, por completo respetuosa con la leyenda, algo de lo que no pueden alardear los dos últimas bazofias que están en la mente de todos.

"La guerra de Thule" consta de dos partes. Hoy publicamos la primera.

Que la disfrutéis.



JACQUES FISTON



EN


¡LA GUERRA DE THULE!



Un relato de   “EL CAPITÁN TRUENO”, basado en los personajes creados por VÍCTOR MORA.




Para Víctor Mora, con cariño y agradecimiento por todos los buenos momentos que me ha hecho pasar leyendo las aventuras de   “El Capitán Trueno”.




Agradecimientos.

A Luis Antonio Ródenas por sus comentarios, sugerencias y correcciones

A todos los miembros del foro de “Amigos del Capitán Trueno” por sus manifestaciones de aliento

A Juan Antonio Mellado por su colaboración en la ilustración

A mi familia por su infinita paciencia



Textos: Joan Carles Franquet


Ilustración: Juan Antonio Mellado



“El Capitán Trueno” es propiedad de Ediciones B  S.A.
Víctor Mora/Ambrós: creación y personajes




JACQUES FISTON



EN

¡LA GUERRA DE THULE!

PRIMERA PARTE

I

El duro invierno del norte había dejado paso a una tímida primavera. El Capitán Trueno y sus dos inseparables amigos Goliath y Crispín habían pasado esa rigurosa y casi interminable estación en Thule junto a Sigrid.

El Capitán  había dedicado incontables horas en la fascinante biblioteca que la reina tenía en el castillo. Antiguos pergaminos y manuscritos procedentes de los lugares más recónditos del mundo entonces conocido, que Trueno nunca se cansaba de leer llenaron las largas jornadas invernales. Crispín había aprovechado para mejorar su entrenamiento con las armas junto a los nobles soldados de Sigridsholm y en cuanto a Goliath,  no hace falta decir que se ocupó en saquear cumplidamente la despensa del castillo.

La llegada de la primavera puso en movimiento a todo el mundo. Partidas de caza salían a diario para proveer la castigada despensa de Sigrirdsholm, mientras que brigadas de hombres se dedicaban a reparar los desperfectos ocasionados por las gélidas temperaturas de la fría estación, así como de las primeras tormentas primaverales.

Mientras Sigrid se ocupaba de los habituales asuntos de estado junto a sus consejeros, el Capitán y sus amigos se encontraban en una aldea del interior ayudando a sus habitantes a reparar los destrozos causados por la última tormenta acaecida.

-          Deberíamos reforzar este puente. – comentó Trueno, mientras señalaba los delgados pilares de madera que lo sujetaban -  En unos días, el deshielo hará bajar el agua con mucha más fuerza y no creo que estos soportes aguanten durante mucho tiempo la crecida del río – se explicó, y de inmediato buscó al tragaldabas con su mirada, que se encontraba junto a una de las viviendas afectadas, al borde del caudaloso riachuelo, organizándose con los lugareños – ¡Goliath, creo que te vamos a necesitar aquí!
-          ¡En cuanto termine de colocar esa viga, vengo a echaros una mano! – contestó Goliath, mientras llevaba él solo un pesado tronco hacia una de las casas que había padecido las causas de la borrasca, dejando boquiabiertos a los aldeanos, sorprendidos por la descomunal fuerza del coloso.
-          ¡Caramba! ¡Eso si que es inaudito! – intervino Crispín, que estaba ayudando a recomponer el camino estropeado por la fuerte tromba de agua – Goliath no pasará antes por la cocina a reponer fuerzas. ¡Ja, ja, ja!
-          ¡No te rías muchacho! Acabo de tomar un tentempié hace un momento. Poca cosa... Tan solo un pedazo de salmón ahumado.

Crispín dirigió la mirada hacia la zona de la aldea que se había habilitado como despensa. Solo quedaba un salmón de los siete que recordaba haber visto colgados aquella mañana.

El buen humor reinante permitía que el duro trabajo que se estaba llevando a cabo fuera más soportable.

A pesar de los acontecimientos, la paz y la tranquilidad reinaban en toda la isla. Nada hacía pensar, que la feliz convivencia de los alentados habitantes de aquellas tierras pronto se iba a ver terriblemente perturbada.

Nada hacía suponer que la plácida isla se iba a convertir en el terrible escenario de...





“¡LA GUERRA DE THULE!“









II



En la sala de consejos, la reina Sigrid presidía una rutinaria reunión acompañada por todos sus consejeros.

-          El invierno ha sido duro, pero el ritmo de los trabajos de reparación en las diversas aldeas está siendo excelente, así que en un par de semanas, todo volverá a la normalidad. – intervino uno de los asesores de la reina.
-          En cuanto terminen estas labores, - interpuso otro miembro del consejo dirigiéndose a todos los demás - deberíamos ocuparnos de las  cuestiones diplomáticas del reino, preparando una visita de la reina a los principales aliados, para...

Imperceptiblemente, Sigrid había ido perdiendo el hilo de las disquisiciones de sus ministros. Una extraña sensación recorrió todo su cuerpo. Sentía que las voces le llegaban descoordinadas, como de lejos, y sus ojos se entornaron con síntomas de manifiesto cansancio. Su principal consejero, el Jarl Erik, no tardó en darse cuenta de que la reina estaba perturbada.

-          Majestad, ¿os encontráis bien?

La reina se levantó lentamente de su asiento. Estaba terriblemente pálida, sus manos comenzaron a temblarle ostensiblemente y todo empezó a darle vueltas; la vista se le nubló y perdió el conocimiento.

Afortunadamente, el Jarl más joven del consejo, al ver que su reina se desplomaba al suelo, en una rápida intervención, impidió que se golpeara bruscamente contra el pétreo pavimento.
Todos los miembros del consejo quedaron consternados ante la insólita situación que habían presenciado.

Sigrid fue trasladada inmediatamente a sus habitaciones, y los médicos de la corte la atendieron con gran rapidez.

El Jarl Erik, terriblemente preocupado por aquella vicisitud, hizo enviar inmediatamente un emisario para informar al Capitán Trueno del incidente.

.............................

Mientras tanto, en la aldea donde se encontraban nuestros amigos, los trabajos proseguían a buen ritmo. En aquel momento se encontraban descansando y reponiendo fuerzas.

-          Si todo sigue como hemos previsto, pronto acabaremos los trabajos de reparación – comentó el Capitán mientras se acercaba una jarra con agua fresca para dar un buen trago.
-          ¡Si todo sigue así, lo que se va a acabar es la despensa! – dijo jocosamente Crispín, que contemplaba a su corpulento amigo Goliath zampándose un buen muslo de vaquita.

Desde la distancia, los aldeanos no dejaban de admirar el insaciable apetito del “tragaldabas”. Murmuraban entre ellos, e incluso los que ya lo habían presenciado en innumerables ocasiones no terminaban de creérselo.

En ese momento uno de ellos se acercó con rapidez, tratando de llamar la atención del Capitán.

-          ¡Capitán Trueno! – le gritó - Se acerca un jinete a toda velocidad. Parece un mensajero...
-          Deben ser noticias de Sigrid... – se limitó a responder nuestro héroe, levantándose para dirigirse hacia el soldado que venía hacia el grupo.

El soldado llegó hasta el Capitán y le entregó un pliego con el mensaje del Jarl Eric. Mientras Trueno leía atentamente el informe su risueño rostro fue cambiando de expresión hasta reflejar una visible preocupación.

-          Capitán, ¿sucede algo malo? – preguntó Crispín, borrando de su rostro la alegre sonrisa que hasta aquel momento había exhibido.
-          Es Sigrid... – respondió éste gravemente – ¡Debo partir de inmediato! ¡Goliath! ¡Crispín! ¡Ocupaos vosotros de acabar los trabajos en la aldea! En cuanto terminéis, reunios conmigo en Sigridsholm.

Antes de que alguno de sus dos compañeros pudiera pronunciar palabra, el Capitán se había encaminado con paso decidido hacia las caballerizas de la aldea; ensilló con celeridad su caballo y partió de inmediato hacia el castillo.

Trueno cabalgó hasta casi reventar  su montura. Cuando entrada la noche llegó al castillo, se dirigió inmediatamente a las estancias de su amada.

-          ¿Cómo está Sigrid? – preguntó a un joven sirviente que se encontró deambulando por la galería principal. Por toda respuesta el muchacho se encogió de hombros, sorprendido por la pregunta. Entonces Trueno, corrió desesperadamente hacia la alcoba de la mujer más importante de Thule... y de su vida.

Los doctores mostrando un severo semblante se encontraban ante la puerta, conversando en voz baja. Al llegar ante ellos el Capitán, se detuvo. Su rostro manifestaba la enorme angustia por la que estaba pasando.

Al verlo aparecer, los médicos callaron de inmediato.
Aquella silenciosa actitud no ayudó en absoluto a tranquilizar al joven paladín.





III



Trueno se abalanzó sobre los doctores.

-          Decidme, ¿qué le sucede a la reina? – preguntó lleno de preocupación.

Los médicos se miraron entre ellos.

-          ¡Calmaos, Capitán Trueno! En estos momentos, la reina está descansando.
-          Pero, ¿qué ha sucedido?- insistió el Capitán

Empezaron a hablar casi todos a la vez

-          La reina sufrió un desmayo durante una sesión del consejo...
-          Ahora se encuentra mejor...
-          Claro que deberá reposar durante unos días, pues...
-          ¡Y eso si! A partir de ahora sus actividades deberán ser mas tranquilas.

Trueno empezaba a desesperarse. Y el tumulto de voces no le ayudaba en absoluto a tranquilizarse.

-          ¡Por Dios!, ¡Explicadme de una vez cual es su enfermedad! ¿Es grave?

Los galenos cruzaron sus miradas sin atreverse a responder. Al fin, el que parecía ostentar mayor rango tomó la palabra.

-          ¿Grave? ¡Oh, no, Capitán! – dijo esbozando una amable sonrisa – en realidad, la reina no está enferma. Tan solo está... embarazada.

Al Capitán le flaquearon las piernas al escuchar aquel diagnóstico.

-          ¿Embarazada? – preguntó sin acabar de creerse lo que estaba oyendo.

Los doctores asintieron. Uno de ellos, entonces, le hizo un gesto complaciente, invitándole a visitar a su amada. Trueno accedió rápidamente a las estancias de Sigrid.

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Al cabo de unos días, acabadas las reparaciones de la aldea en la que se hallaban Goliath y Crispín, estos regresaron al castillo. De inmediato el Capitán les hizo partícipes de la buena noticia.

-          ¡Enhorabuena amigo! – exclamó un alborozado Crispín abrazando con efusividad a su compañero de aventuras - Nos había preocupado tu repentina marcha del poblado sin darnos ninguna explicación.
-          ¡Magnífica noticia! – dijo Goliath mostrando una enorme satisfacción - ¡Esto hay que celebrarlo!

Como era de suponer, Goliath lo hizo inmediatamente realizando una de sus típicas incursiones a las cocinas, donde en aquel momento, “Cucharón”, el cocinero, se encontraba preparando un suculento pastel de pasas, del que el viejo “Cascanueces” pronto dio buena cuenta con pasmosa rapidez.

La maravillosa noticia recorrió toda la isla como un reguero de pólvora, de modo que en pocos días cada aldea y poblado ya tenía cumplido conocimiento de la buena nueva. Una inusitada alegría dio paso a un sinfín de celebraciones. Se sacrificaron aves y se realizaron innumerables ofrendas a Thor y Odín, siguiendo las ancestrales costumbres de los pueblos vikingos, para rogarles a sus divinidades que la reina tuviera un feliz embarazo y naciera un fuerte y poderoso heredero al trono de Thule.

El príncipe Gundar se encontraba junto a su esposa Zaida jugando con sus dos hijos, Ingrid  y Leif, cuando uno se sus sirvientes le entregó un mensaje. Gundar lo leyó rápidamente y soltó una alegre carcajada. Los dos pequeñuelos miraron sorprendidos a su padre.

-          ¿Qué sucede? – comentó también extrañada Zaida, acercándose a su esposo.
-          ¡Una feliz noticia! ¡Nuestros amigos Trueno y Sigrid esperan un hijo! – contestó alegre. - ¡Creí que nunca llegaría el momento!

La pareja se abrazó contemplando a sus dos retoños, que seguían jugando tranquilamente.

En uno de los extremos más recónditos de Thule, allá donde las zonas pantanosas predominan sobre buena parte de la isla, Klundia, la hechicera amiga de nuestros héroes, se puso inmediatamente a preparar una canastilla.

-          Creo que esa pareja además de una buena canastilla va a necesitar una buena dosis de paciencia...– pensaba la hechicera para sus adentros.

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En la lejana isla de Gundland, muy cerca de los hielos eternos, el rey Gudrun, un joven fuerte y apuesto, cuya larga cabellera rubia llevaba  recogida en unas trenzas, dejó caer sobre la mesa que tenia delante el mensaje que había llegado hacía poco con una paloma mensajera. Esbozó una mueca. Junto a él se encontraba Orik, jefe de la guardia y su hombre de confianza. Se trataba de un hombre de mediana edad, de pelo oscuro,  muy alto y corpulento; su áspero rostro estaba surcado por una enorme y profunda cicatriz que le daba un aspecto terrible y despiadado.

-          ¿Malas noticias, señor?- preguntó Orik
-          ¡Al contrario querido amigo! – respondió el soberano en tono petulante - ¡Son excelentes! Este mensaje favorece nuestros proyectos y los acelera de un modo sorprendente e inesperado. – concluyó, tendiendo el documento a su lugarteniente con cierta indolencia para que lo leyera.

Mientras los oscuros ojos de Orik lo examinaban con atención, Gudrun se sentó majestuosamente en una enorme silla.

-          ¡Por fin ha llegado el momento! ¡Orik! – exclamó – Ya sabes lo que debes hacer. Ocúpate de poner en marcha todos los planes que habíamos previsto desde hace tanto tiempo.

En cuanto Orik salió de la estancia para cumplir sus órdenes, Gudrun cerró los ojos aspiró profundamente y una siniestra sonrisa se dibujó en sus labios.




IV


Mientras la actividad en la isla se iba serenando, en Sigridsholm la vida transcurría con toda normalidad. Aquel día, después de la habitual reunión del consejo, Sigrid se acercó a su principal consejero, el Jarl Erik.

-          Durante toda la sesión vuestro semblante ha mostrado preocupación. ¿Cual es el motivo, viejo amigo? – preguntó Sigrid
-          Esta mañana he recibido un mensaje proveniente de la corte del rey Gudrun de Gundland. Ha solicitado que una embajada suya sea recibida en audiencia. Estarán aquí dentro de dos semanas.
-          Gundland... He oído hablar de estas islas. Están muy al norte. ¿Qué sabes de su rey Gudrun?

El veterano consejero de la reina la invitó a sentarse.

-          Hace dos años, el viejo rey Olafson de Gundland murió en extrañas circunstancias. Las sospechas recayeron sobre Gudrun, pero nunca se pudo demostrar con certeza que fuera su propio hijo quien acabara con la vida del rey. Desde entonces, Gudrun rige los destinos de su pueblo, y al parecer con mano de hierro. Siempre ha demostrado un enorme deseo de expandir su reino.

Sigrid seguía las explicaciones de su consejero con gran atención.

-          Según la escasa información de que disponemos – proseguía éste -  Gudrun ha ido anexionando a su reino, de un modo u otro, diversas islas vecinas. Poco a poco ha ido llegando a diferentes acuerdos con algunos jefes, e incluso ha firmado una alianza con las temibles tribus de los vikingos prehistóricos.
-          ¡Comprendo tu preocupación! – respondió Sigrid - Por lo que  acabas de contarme, no parece una persona a la cual se le pueda dar la espalda.
-          Ignoro los motivos de la embajada – replicó Erik - pero no puedo dejar de alarmarme. Las ansias de poder de Gudrun son evidentes.

La reina se tomó unos segundos para reflexionar, tras lo cual, con un gesto amable, intentó tranquilizar a su hombre de confianza.

-          ¡Bien, Erik! De momento recibiremos a los miembros de esta embajada. Veremos que desean. Probablemente – prosiguió la reina -  su rey se  proponga establecer algún tipo de tratado con nosotros para evitar problemas. Es conocido en todos los mares del norte el poder que posee Thule en la zona, así como las buenas relaciones que tenemos con los reinos vecinos – Sigrid se levantó y dio unos pasos por la estancia. Una suave redondez en su vientre indicaba claramente su estado.
-           Dudo que nadie se atreva a enfrentarse a nuestro ejército. En anteriores ocasiones, otros lo han intentado y siempre han sido derrotados. Estoy convencida de que quieren algún tipo de acuerdo comercial o un tratado de amistad.

Por toda respuesta, el Jarl Erik se encogió de hombros. Su experiencia en esta clase de asuntos y ese sexto sentido que le había caracterizado siempre, le decían que esta vez la reina se equivocaba; y por más que deseara acompañarla en sus buenos sentimientos, el aguerrido vikingo veía en la visita del de Gundland algo mas que un simple tratado comercial y, aunque así fuera, tenía suficientes motivos para tomar precauciones.

.........................

Dos semanas después llegó a la isla de Thule la embajada del rey Gudrun. La reina ordenó que todo se organizara en palacio para disponerse a recibirla.
En la sala del trono de Sigridsholm se encontraba Sigrid, sentada en un sencillo trono. Junto a ella, de pié, estaba el Capitán Trueno. A los lados, flanqueando el discreto estrado, se distribuía el consejo de ancianos presidido por el Jarl Erik.

Las trompas y los cuernos anunciaron la entrada de la representación diplomática. La encabezaba un ridículo personaje ataviado ostentosamente con grandes y exagerados ropajes confeccionados con ricas pieles. Grandes anillos adornaban sus dedos, y su pomposo caminar hacía tintinear los enormes collares dorados que llenaban su pecho. A escasos pasos le seguían Orik y un grupo de soldados fuertemente armados, caminando altaneramente, mientras desafiaban con la mirada a todos los presentes en la sala.

Goliath y Crispín, que se encontraban también en la estancia, aunque discretamente colocados, cruzaron una mirada de preocupación.
El hecho de que una delegación se presentara armada ante la reina se tomaba como una gran desconsideración.

-          ¡Hum! – pensó Goliath, manifestando clara desconfianza – Esto me huele a chamusquina. Habrá que estar atentos...


V



Con un gesto imperceptible Goliath indicó a los miembros de la guardia personal de la reina que estuvieran ojo avizor. Éstos, disimuladamente se prepararon para cualquier contingencia, hecho que no pasó inadvertido por Orik, quien susurró unas palabras al oído del extraño personaje. Éste sin apenas inmutarse, comenzó a realizar una suerte de extravagantes reverencias en honor de su ilustre anfitriona. A continuación se dirigió a la reina.

-          Permitid que me presente, majestad – el legado empezó su intervención – Soy el embajador Olsen de Gundland y representante directo del rey Gudrun, del cual traigo los más nobles respetos hacia vuestra persona y a toda vuestra corte. En primer lugar – aclaró -  debo pediros que disculpéis a nuestros hombres. Son rudos soldados y nada entienden de las delicadezas y buenos modales de la nobleza.
-          No es mi intención discutir a quien compete la tarea de enseñar protocolo a vuestros jefes militares. – respondió Sigrid - Tanto vos como vuestros hombres sois bienvenidos a Thule.

Olsen encajó la amonestación de la reina.

-          ¡Gracias majestad! – respondió éste imperturbable - No en vano, es legendaria vuestra hospitalidad y comprensión. Es por ello que mi rey envía a nos, vuestro humilde servidor, para desearos grandes venturas y transmitiros su anhelo y su esfuerzo en pro de estrechar importantes lazos de hermandad y colaboración entre nuestros dos pueblos.

Cuando el embajador Olsen continuó con su aburrido parlamento, loando las virtudes y grandezas de Sigrid, alabando sin cesar a su bienamado rey Gudrun,   Goliath, a duras penas, pudo reprimir un bostezo. Crispín le propinó un suave codazo para que guardara las debidas formas. Y es que el único protocolo que entendía nuestro querido “Tragaldabas”  era el de hincarle el diente a una vaquita... y el de utilizar su”toma-toma”.

-          La noticia de vuestro embarazo ha llegado hasta nuestras lejanas islas. Mi rey y señor desea haceros llegar sus más sinceras felicitaciones. Esta realidad significa que muy pronto, Thule va a tener un heredero al trono. Nuestro más sentido deseo es que vos traigáis al mundo un varón noble y fuerte, que ayude a prolongar hasta el final de los tiempos vuestra gloriosa saga.
-          ¡Este hombre es más falso que una moneda de madera! – susurró Goliath a la oreja de Crispín, quien le reprendió nuevamente por su actitud con un nuevo codazo en el costado.
-          Os lo agradecemos de todo corazón – replicó la reina respondiendo a las alharacas del embajador, mostrando una socarrona sonrisa. Sigrid conocía muy bien a ese tipo de personas, que hacían de la hipocresía un estilo de vida.

-           Pero... – el embajador cambió entonces su postizo tono amable por uno más melodramático, acompañándolo de un exagerado movimiento de sus manos -  es también un hecho, no menos cierto que el anterior, que aún no habéis tomado esposo. Y este pequeño detalle puede tener mucha más importancia de la que en un principio parece.

Un suave murmullo recorrió la sala apenas el embajador terminó de pronunciar aquellas palabras. Orik, el jefe militar de Gundland, dirigió una desafiante mirada al Jarl Erik con sus sombríos y fríos ojos. La tensión en la sala aumentaba por momentos.

 Haciendo caso omiso a los cuchicheos de los presentes, el representante de Gundland prosiguió.

-          Es verdad que el supuesto padre del futuro príncipe, conocido por todos como Capitán Trueno,  - el embajador miró con descaro a nuestro héroe – ha demostrado ser un extraordinario guerrero, sus valerosas gestas son conocidas allende los mares, pero también lo es, mi señora,  que no se trata más que de un extranjero, alguien que no tiene sangre vikinga.

La tirantez iba creciendo a medida que  Olsen desgranaba su discurso.

-          Al rey Gudrun de Gundland – concluyó -  le cuesta mucho aceptar una situación como esta. Son ya muchos los jefes vikingos que se han manifestado a mi señor en este sentido y...

Al oír aquellas manifestaciones, el Capitán dio un paso hacia delante dispuesto a intervenir. Sigrid se puso seria y lo detuvo con un gesto. Conocía a la perfección al Capitán Trueno, y sabía que a su amado le costaría contenerse. Le dirigió una clara mirada desde sus enormes ojos azules; una de esas que Trueno conocía tan bien. El Capitán a duras penas se reprimió.

-          ¡No se a dónde queréis llegar Embajador Olsen!. Confieso que me inquietan vuestras palabras. ¡Pero os lo ruego, continuad! – dijo Sigrid refrenando sus deseos de echarlo de inmediato.
-          ¡Gracias, majestad!, no tenéis de qué preocuparos.

Trueno y Olsen se miraron con dureza, y éste último parecía disfrutar de su inquietante juego de provocaciones.

-          ¡Calmaos, Capitán Trueno! Sois impetuoso, y tal vez  no os dais cuenta de la magnitud del problema. Sois un extranjero, decía, sin privilegios ni posesiones. Ningún noble vikingo aceptará como heredero a alguien que no tenga toda la sangre vikinga; a alguien que no sea completamente de su raza.


Ante aquellas últimas palabras del embajador, el Capitán no pudo contenerse mas y, dando un salto hacia delante, replicó con contundencia.

-          No hay razas, sólo personas, y a las personas no se las mide por el color de su piel ni por el origen de su sangre. A las personas se las considera por sus actos, por su capacidad de ser justas, honradas, leales y solidarias con sus semejantes. La nobleza no viene dada por el origen de una cuna, sino por las acciones de cada uno y la capacidad de luchar por un mundo más justo y menos cruel.

-          ¡Bonitas palabras, Capitán Trueno! – respondió Olsen sin apenas inmutarse – ¡Pero no hemos venido a discutir de filosofía sino de hechos, y éstos son claros y evidentes!

La sala fue invadida por un tenso y prolongado silencio. Los presentes se miraban entre sí, con expresión de desconcierto. Tras un instante Olsen continuó hablando

-          Pero ya que hemos planteado la existencia un problema, mi señor Gudrun os ofrece también una solución.
-          Ardo en deseos de escucharos... – replicó Sigrid sin esconder su indignación
-           Puesto que la reina, como ya he mencionado antes, no ha tomado aún esposo, mi rey y señor Gudrun tiene el honor y orgullo de pediros en matrimonio. Si aceptáis su petición, reconocerá sin reparos a vuestro hijo como suyo y como verdadero y legítimo heredero a los tronos de Gundland y de Thule.

Al escuchar esas palabras un silencio sepulcral llenó la sala. Los rostros de todos los presentes reflejaron sorpresa e incredulidad. Todos, menos los de Olsen y Orik, quienes sonreían malévolamente. El plan estaba saliendo a la perfección.
Goliath y Crispín no salían de su asombro.

-¡No puedo creerlo! – exclamó el grandullón, estupefacto. La cara de Crispín era todo un poema.

Preso de la indignación, y olvidando cualquier protocolo, el Capitán Trueno saltó hacia el embajador Olsen.

-          ¿Eh? ¿Pero qué...?

A pesar de sus airadas protestas, Olsen no pudo evitar que el Capitán lo agarrara por el pecho y, levantándolo en alto, lo arrojara al suelo.

-          ¡Aquí tenéis la respuesta de la reina, miserable!

Al ver a su embajador por los suelos intentando levantarse entre un embrollo de pieles y colgantes, Orik y sus hombres desenvainaron las espadas y apuntaron amenazadoramente con ellas al Capitán. Pero Goliath, que estaba al quite, se interpuso entre ellos de un salto y agarrando las cabezas de los dos primeros sicarios que iban a atacar, las hizo chocar entre sí, y luego los arrojó sobre Orik, que ya se abalanzaba amenazadoramente hacia él. El estrépito que se produjo fue monumental.

-          ¡Soltad las espadas mastuerzos, que podríais haceros daño!

La guardia de palacio, atenta y prevenida, rodeó inmediatamente a los demás miembros de la embajada. Crispín se colocó con una espada en la mano delante del consejo de ancianos para protegerlos.

-          ¡Basta! ¡Que cese la lucha! – ordenó Sigrid con voz fuerte y autoritaria.

La escaramuza terminó inmediatamente. Entonces Sigrid se dirigió con contundencia al representante de Gundland

-          ¡Embajador Olsen! Os he recibido en mi castillo ofreciéndoos hospitalidad. A cambio, me habéis ofrecido vergüenza e ignominia, insultando no sólo a los que están presentes en esta sala, sino a todo el pueblo de Thule. ¡Decidle a vuestro señor que rechazo su ridícula proposición y que jamás se atreva a acercarse a mi reino!. En cuanto a vos y vuestros hombres, seréis fuertemente escoltados hasta los límites de Thule, y os aconsejo por vuestro bien que no volváis nunca jamás a poner los pies en esta tierra de gente noble y honrada.

La embajada, fuertemente escoltada por los guardias al mando del Jarl Erik, se retiró de la sala.

-          ¡Acabáis de cometer el error más grande de vuestra vida, reina Sigrid! – gritaba un furioso Olsen, a la vez que realizaba profusos gestos con sus brazos - Esto traerá terribles consecuencias para vuestra gente. ¡Considerad que, a partir de ahora, nuestros pueblos están en guerra!

Sigrid miró al Capitán, éste se acercó a ella y se fundieron en un abrazo. Por las mejillas de Sigrid resbalaron unas lágrimas.

VI



Habían pasado algunos días. Sigrid, Trueno, Goliath y Crispín estaban reunidos con el Jarl Erik. Todos ellos mostraban su preocupación. El viejo y noble consejero tomó la palabra.

-          En nombre de todo el consejo de Thule, debo comunicar la total fidelidad de éste a la reina, al Capitán Trueno y a sus amigos. En este sentido – aclaró - debo añadir la completa adhesión de todos los habitantes de la isla. Ninguno de los pueblos aliados ha manifestado oposición alguna al Capitán, y por supuesto, todo el mundo acepta sin reparos las circunstancias de la llegada de vuestro heredero y su derecho al trono.
-          Gracias por vuestras palabras – contestó Sigrid, emocionada.

El Jarl recordó que el Capitán y sus inseparables compañeros nunca habían interferido en el gobierno de Thule, y que en muchas ocasiones habían actuado como emisarios de la reina, y que en otras tantas habían antepuesto sus propias vidas para garantizar la libertad y la estabilidad de la isla.

-          Además – prosiguió el Jarl – son muchas las veces que vosotros tres habéis ayudado al pueblo en sus dificultades, y muchas mas las que os habéis enfrentado a enemigos crueles y peligrosos que pretendían conquistar la isla.

Por la mente de nuestros héroes pasaron imágenes de aventuras anteriores. Erik “el Fuerte”, Kabali, Kundra, los vikingos prehistóricos, el Pulpo, Kusiak, el Dragón, Tampir el pirata y tantos otros que habían osado intentar apoderarse de Thule para convertirla en el centro de sus desmanes.

-          El pueblo os acepta sin condiciones – concluyó el viejo consejero.

Y ahora, sin embargo y casi con toda seguridad deberían enfrentarse a un nuevo y peligroso enemigo: Gudrun de Gundland.

-          Hace tiempo que sospechamos que Gudrun está ansioso por crear un potente imperio en todo el norte – explicó el Jarl – y utilizará cualquier medio a su alcance para conseguirlo.
-          Creo que la embajada que nos envió – comentó el Capitán – formaba parte de un plan preestablecido. No era más que una estratagema para poder declarar la guerra a Thule.
-          Y me temo que con nuestra actitud – intervino Crispín – no hicimos mas que ponérselo mas fácil todavía.
-          ¡No te engañes, Crispín! – comentó Goliath – Aunque nos hubiéramos quedado inmóviles como estatuas, el resultado habría sido el mismo. Parece que lo tenían todo perfectamente planeado.
-          Goliath tiene razón ¡Sin duda alguna esa embajada era una farsa perfectamente premeditada! – confirmó Sigrid – Cualquier respuesta que hubiéramos dado nos habría llevado a la misma situación. Deberemos extremar las precauciones y estar en alerta. ¡No podemos menospreciar las amenazas de  Olsen! Estoy convencida de que hablaba muy en serio. Es mas, la única finalidad de ese sujeto era declararnos la guerra y así tener la excusa para atacar. Creo que lo más prudente será ponernos en contacto con todos nuestros aliados para contar con ellos en caso de necesidad.
-          ¡Me quedé con las ganas de aplastarle la nariz a ese tipo de la cicatriz en la cara! – dijo Goliath.
-          Quizá tengas ocasión de hacerlo – respondió sonriente Crispín, tratando de disimular su preocupación.

VII


Una fuerte carcajada resonó en la fortaleza de Gudrun. Olsen y Orik acababan  de informar al rey  de los resultados de su misión. Todos parecían estar muy complacidos

-          ¡Perfecto! Ha salido mejor de lo que yo esperaba. En realidad, hubiera resultado decepcionante que Sigrid aceptara sin más mi propuesta de matrimonio...
-          ¡Hay también algo muy importante, mi señor! – dijo Olsen – Hemos sembrado el recelo y la incertidumbre en la corte de Sigrid hacia ese Capitán Trueno. Aunque lo acepten como su compañero, siempre tendrán una sombra de duda.
-          ¡Yo me quedé con las ganas de darle su merecido a ese gigantón tuerto! – intervino Orik.
-          No te preocupes mi fiel capitán – le respondió Gudrun sonriendo malévolamente -  pronto tendrás la oportunidad de ajustar cuentas con él. Ahora pongamos en marcha la segunda parte de nuestro plan. ¡Invadiremos  y conquistaremos el reino de Thule! ¡Seré el señor de todo el norte!

................................

Mientras tanto, en Sigridsholm se habían reunido los más importantes mandatarios de los principados de la isla junto a otros jefes y señores de las islas y territorios aliados. Allí se habían congregado entre otros, el Príncipe Gundar, Cunegunda de Scandia y Einar de Nordia, con la finalidad de preparar la defensa de Thule ante un posible ataque de Gudrun.

-          Gracias a todos por acudir a nuestra llamada, amigos – Empezó la reina ante la asamblea de mandatarios – El pueblo de Thule os está agradecido por vuestra pronta respuesta.
-          Sabes sobradamente que cuentas con nuestro incondicional apoyo – comentó Gundar – Y creo hablar en nombre de todos los presentes

Todos asintieron y se sumaron a las palabras del Príncipe. Sigrid inclinó la cabeza en señal de agradecimiento y prosiguió

-          Ya conocéis los hechos y el posible peligro al cual deberemos enfrentarnos, si llega el caso.
-          Lo conocemos – dijo Cunegunda -  y no permitiremos que ese Gudrun ponga los pies en nuestras tierras


Entonces tomó la palabra el Capitán Trueno, desplegando encima de la mesa un enorme mapa de Sigridsholm y de los territorios vecinos.


-          Analicemos cual es nuestra situación y cual es el mejor modo de defendernos de un hipotético ataque de Gudrun y así poder rechazarlo


Los allí presentes, junto con nuestros amigos, fueron evaluando las distintas posibilidades de ataque y los distintos frentes por los que el enemigo podría intentar una invasión. Durante largas horas de deliberación estuvieron planificando la defensa de la isla. Finalmente, decidieron que llegado el momento, si la invasión se producía, Crispín se uniría a Gundar para la defensa de la zona nordeste; a la vez, Goliath haría lo propio con los efectivos de Scandia. El Capitán Trueno, con el ejército de Sigrid se ocuparía de la defensa de Sigridsholm y por último, Einar estaría preparado para reforzar cualquier frente en cuanto fuera necesario teniendo en cuenta la estratégica posición que ocupaba su feudo. Los demás jefes y aliados reforzarían los ejércitos mencionados.

Al finalizar la reunión, Sigrid se dirigió a Cunegunda.

-          Os encuentro muy pensativa. ¿Ocurre algo?
-          Veréis querida Sigrid, hace rato que le estoy dando vueltas a un importante asunto.
-          ¿De que se trata? – inquirió Sigrid
-           Teniendo en cuenta la grave situación a la que nos vamos a enfrentar...

Todo el mundo esperó impaciente a que Cunegunda siguiera hablando.

-          ...estoy valorando seriamente la posibilidad de pedir de nuevo la mano de maese Goliath – Y dando un manotazo al hombro del “Tragaldabas”, la mujer soltó una fuerte carcajada.

Todos los presentes estallaron en sonoras risas, excepto el pobre “Cascanueces”, al cual le empezaron a temblar las piernas.

-          ¡Mirad! – dijo Crispín – ¡Se ha ruborizado! ¡Seguro que acaba de perder el apetito!

El buen humor consiguió relajar los ánimos ante la terrible perspectiva de una invasión.

VIII


Las semanas fueron transcurriendo con toda tranquilidad. Apenas nadie se acordaba de la amenaza de Gudrun.

Nuestros amigos se dedicaban a sus aficiones. El Capitán y Crispín repartían su tiempo entre los libros y el entreno con las armas, y Goliath experimentaba suculentos platos en las cocinas del castillo.

Sigrid lucía una evidente barriga.

Aquella tarde, una paloma mensajera llegó al castillo. El hombre encargado del palomar la recogió de inmediato y entregó el mensaje al Jarl Erik. Al leerlo el viejo consejero hizo una mueca: Gudrun se había puesto en movimiento.

Sigrid mandó llamar al Capitán, que se reunió inmediatamente con ella y con el Jarl. Éste expuso claramente la situación.

-          Según las informaciones que han llegado, Gudrun ha reunido un potente ejército formado por los vikingos prehistóricos y muchos otros jefes y reyezuelos de las islas y regiones próximas a Gundland. Una enorme flota de drakkars ha avanzado hacia las islas vecinas, que no habían aceptado ningún tratado con Gudrun – el Jarl bajó la mirada -  Las han saqueado a sangre y fuego, sin respetar nada ni a nadie, quemando cosechas, aldeas, y aniquilando a todo aquel que oponía resistencia. Mujeres, niños... – las lágrimas bajaron por las mejillas del aguerrido vikingo.
-          ¡Miserable...! – exclamó el Capitán Trueno con los puños apretados por la rabia.
-          La flota avanza con gran rapidez hacia las islas próximas a Thule – concluyó el Jarl – No tardarán mucho en llegar aquí.
-          ¡No podemos perder tiempo! Debemos actuar sin mas dilación – dijo Sigrid
-          ¡Capitán! – el rostro del Jarl Erik mostraba gran preocupación – El ejército de Gudrun supera con creces los cálculos que nosotros habíamos supuesto.

El Capitán Trueno suspiró fuertemente. Miró el rostro de Sigrid.

-          ¡Les daremos su merecido! ¡Lo prometo!– dijo.


IX



Gudrun levantó su espada manchada de sangre. Su silueta quedaba recortada delante del resplandor de las llamas que devoraban la aldea que acababan de atacar, dándole un aspecto fantasmagórico.

Orik y los demás jefes vikingos vitoreaban a su líder.

-          ¡¡Larga vida a Gudrun de Gundland!!

A lo lejos, todavía se oían los gemidos de agonía de los aldeanos heridos en la corta batalla, y los gritos de terror de los pocos supervivientes.

-          ¡Nadie puede detener nuestro avance, mi señor! – clamó un tambaleante Orik, a consecuencia de los vapores del vino que había bebido para celebrar la triste victoria.
-          ¡Esto es sólo el principio, mí querido Orik! ¡Pronto reinaremos en todo el Mar del Norte y crearemos un imperio tan grande que todas las naciones nos rendirán pleitesía!

Los distintos jefezuelos de las tropas de Gudrun aclamaron con fervor las palabras de éste.

-          ¡Mañana mismo nos dirigiremos hacia Thule! – gritó Gudrun, mientras alzaba su espada para arengar a las animadas tropas.

Los gritos de entusiasmo aumentaron.

-          ¡Tiembla, Capitán Trueno! ¡Tus días están contados!
-          ¡Viva Gudrun! ¡Viva el rey de los vikingos! ¡Viva Gudrun “el Grande”!

.....................................

Al amanecer del día siguiente, la flota de drakkars de Gudrun emprendió camino hacia Thule.

Detrás dejaban devastación y muerte.

La flota avanzaba con gran rapidez y al cabo de una semana avistaron las costas de la isla más preciada.

El rostro de Gudrun reflejaba una mezcla de ambición y odio.

“Pronto reinaré en todo el norte”, se repetía una y otra vez a sí mismo. “¡Nada ni nadie me va a detener!”

El horizonte se llenó de velas. Hasta donde alcanzaba la vista sólo se veían naves de guerra armadas hasta los dientes.

Rápidamente, según las ordenes establecidas por Gudrun, la numerosa flota se dividió en diversos grupos, tomando cada uno de ellos una dirección diferente con la intención de desembarcar en varios lugares distintos a la vez.

Un primer grupo de naves se dirigió hacia el fiordo del Dragón, donde estaba el feudo de Scandia. Una segunda flotilla compuesta por los vikingos prehistóricos avanzó hacia las costas del principado de Gundar.

El resto de la flota, la más numerosa, avanzó rodeando la isla con el fin de desembarcar en el lugar más idóneo para atacar Sigridsholm.


¡LA GUERRA DE THULE HABÍA EMPEZADO!

Fin de la primera parte

5 comentarios:

Ebravor dijo...

Un relato APASIONANTE. Gracias Joan Carles por compartirlo. Espero que se lea en todo el mundo de habla hispana. Aunque no estaría demás traducirlo al inglés.

Luis Antonio dijo...

Una aventura que, desde dentro de la esencia primigenia de lo que es el Capitán Trueno, va marcando, sigilosamente, una nueva trayectoria, en la que el lector es cómplice de todo lo que sucede.

Está bien conducida, y como un buen tebeo de antaño, invita a imaginar los paisajes, el cielo, el barro, la fría piedra del castillo... sin necesidad de un dibujante. Con recordar los cuadernillos, basta.

Me encanta el dibujo de Juan A. Mellado, quien profesa un enorme amor por el personaje. No es un mercenario, no es un bien pagado. Da igual si el estilo es o no es. Por poner un ejemplo, tras Weissmuller, hubo otros Tarzanes, y no por eso la gente dejó de ver sus películas y series, de disfrutarlas y de soñar con las junglas de África. Hay que comprender que unos llegan, otros se van, y que mientras tanto, el personaje debe ser entendido y amado como lo hacemos los fans, con lealtad y disciplina de cruzado.

Un gran abrazo, Joan Carles. Gracias por tu dedicatoria. Fue un placer.

jf dijo...

Gracias por vuestras palabras.
Traducirlo al inglés?
Si alguien sabe...

Jacques Fiston

Ebravor dijo...

Por supuesto! Mil gracias también para Juan A. Mellado por ceder desinteresadamente este cuadro al óleo para ilustrar el relato.

Juan A. dijo...

Muchas gracias a todos, Luis A., Ebravor y Manuel. Y saludos para Joan Carles.
He leido todos vuestros comentarios y comparto vuestros puntos de vista. Sobre la película, si bien disfruté al ver a nuestros héroes en carne y hueso, tengo claro que mi amor y pasión cubrió la multitud de carencias. Pero reconozco, aunque me duela, que desde el principio, desde que vi aquel castillo ruinoso habitado por cuatro moros, y asaltado por una docena de soldados, ya percibí lo que para mí iba a ser el mayor fallo. Las licencias en el guión en otro tiempo las hubiera tachado de heréticas, pero entiendo que tiene que haber un intento por captar a nuevas generaciones. Respecto al álbum Atlántida, aun no ha llegado a mi ciudad, pero me duele haber escuchado opiniones nada positivas. Desde luego, una boda resuelta en tres viñetas, me suena a algo parecido a lo que comentaba sobre la película.
Gracias Luis por tus comentarios. Sabes que soy también fan tuyo y que tus guiones son lo mejor, y concuerdo con Ebravor al tachar de apasionante La Guerra de Thule. El nacimiento del heredero y su descripción en palacio se me ha quedado grabado, así como la aparición de personajes como Klundía y Cunegunda de Scandia...
Por cierto. Si damos por legítima la muerte de Trueno y Sigrid, según guión de Ferrándiz,¿debemos concluir que Trueno y Sigrid no dejaron ningún heredero? ¡Prefiero mil veces la versión de Joan Carles!
Un cariñoso saludo a todos.

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