lunes, 19 de septiembre de 2011

En recuerdo de Ambrós (III)

Continuamos con la reproducción el artículo obra de Pedro Porcel y Andrés Porcel sobre la figura de Ambrós, publicado originalmente en 1992:


Ambrós: Un dibujante irrepetible (II)


La carrera de maestro de Ambrós se vio truncada por la guerra civil a causa de sus ideas de izquierdas. Trabajar en el campo en su Albuixec natal pronto se reveló duro y poco rentable. Así pues, su decisión de presentar unas páginas primerizas a la Editorial Valenciana se debe antes que nada a un deseo de mejora económica. Tal actitud evidencia que el tebeo constituía entonces una industria rentable, sostenida por un público amplio y fiel. La cara interna de esta industria obedecía sin embargo a patrones propios del subdesarrollo: Páginas mal pagadas, renuncia a los derechos de autor, exceso de producción para llegar a una remuneración digna… Factores todos que llevan entonces a una infravaloración del trabajo de dibujante asumida tanto por la sociedad como en la mayoría de los casos por los mismos autores. Reflejo claro de esta situación en el caso de Ambrós son las declaraciones que en 1986 hacía a Tadeo Juan:… “Tantos años de trabajos forzados me han dejado como secuela una alergia invencible a todo lo que signifique dibujo”.


Un producto sustenta entonces en gran parte la industria del tebeo: El cuaderno de aventuras. Desarrollado desde la inmediata postguerra, el cuadernillo juega con tipos y valores –el bien y el mal, el héroe, el amor, la traición, etc.- que el público identifica rápidamente y sin dificultad, pues provienen de una tradición muy antigua que cristaliza en el folletín del s. XIX y en las películas de aventuras clásicas, entendiendo por estas las que asumen todas las convenciones de la historia que cuentan, sin mantener sobre la misma una distancia más o menos irónica.

En el momento de la incorporación de Ambrós a la historieta estos arquetipos son plenamente vigentes, ya que en una sociedad autárquica, falta de novedades culturales profundas, se favorece la pervivencia de códigos y esquemas ya superados en otros entornos más abiertos a las influencias del exterior.

El tebeo es entonces un producto popular –por supuesto, empezando por su precio- lo que conlleva una concepción artesanal del trabajo por parte de los autores más conscientes, provenientes en la mayoría de los casos de capas sociales alejadas de la burguesía. En este sentido, Ambrós no es una excepción y siempre reconoció la supeditación de su labor a la intención última de narrar propia de la historieta, como reconoció en numerosas ocasiones: “… Lo más importante en mi opinión, equivocada o no, lo que nunca debe olvidarse, es que el dibujante de historietas es, ante todo y sobre todo, un narrador”. (1980). En tales condiciones es lógico que un autor que capta la mentalidad popular, posee habilidad narrativa, dibujo enérgico y facilidad para resolver las numerosas escenas de acción, contacte con el público de la forma que lo hizo Ambrosio: El éxito que acompañó siempre a todas sus creaciones lo certifica.


Continuará

1 comentario:

Gundar dijo...

Siempre me cautivaron sus dibujos, en realidad, ME ENAMORARON. Y en efecto, además era un "buen narrador" como él mismo define al dibujante. Técnicamente puede que haya dibujantes considerados mejores que él. No lo dudo. Pero nadie como él pudo transmitirme tantos sentimientos. Contemplar sus trabajos, y en especial sus portadas (ahora dinamizadas y todo) es descubrirle de nuevo.

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