miércoles, 21 de septiembre de 2011

En recuerdo de Ambrós (IV)

Hoy incluimos la tercera y última parte del artículo dedicado a Ambrós obra de Pedro Porcel y Andrés Porcel:

Ambrós: Un dibujante irrepetible (y III)

Hoy día ha desaparecido aquella forma de lectura, más ingenua y directa, del tebeo. Múltiples factores imposibilitan que se repitan las circunstancias favorables para ello. Nuestro entorno cultural ha cambiado profundamente. La sociedad es más abierta y deseosa de novedades; nuevos medios de ocio han desplazado al tebeo como producto de masas. Se ha consumado cierta colonización cultural que han hecho cambiar valores y arquetipos de la mentalidad, popular. La historieta autóctona ha asumido un carácter minoritario, ceñida a un público de élite con un bagaje de conocimientos y poder adquisitivo muy por encima de aquel del comprador de cuadernos. Este mismo elitismo condiciona muchas veces su dependencia de las modas y por tanto su escasa fidelidad al medio en el momento en que esta moda –efímera por definición- decae o desaparece. ¿Dónde está el “boom del cómic” de los primeros años ochenta? La industria ha cambiado sus objetivos al son de los tiempos: Exceptuando casos como el de “El Jueves”, los tebeos de hoy tienden más a conservar un público que crece muy poco a poco que a abrirse a un nuevo segmento social a priori no interesado por la historieta.


Por otra parte el autor de hoy –al menos quien tiene conciencia de ellos- llega al medio muchas veces con una visión del mismo viciada por su condición de “fan” o estudioso, además de contar con un acervo cultural más ecléctico que el de aquellos que enfrentaban la profesión en los años cuarenta y cincuenta. Maneja por esto a menudo en sus obras referentes sólo asequibles a un público previamente acostumbrado a leer tebeos, que resultan faltos de interés para el profano. El afán de ser novedoso –no olvidemos que existe una capa de lectores especialmente snob- da lugar a veces a experimentos gráficos y de lenguaje justificables en ocasiones como meras innovaciones, pero incapaces de mantener una vigencia continuada y que al olvidar la función narrativa de la historieta acaban por sumir al lector en el más solemne aburrimiento. Además, si bien en el pasado la explotación por parte del editor era feroz, al menos existía un mercado de trabajo que permitía defenderse económicamente dibujando historietas, aunque en el camino hubiesen de dejarse algunos derechos elementales.

Paradójicamente hoy que por fin se reconocen estos derechos, el mercado casi ha desaparecido, el autor ha de dedicarse a actividades más lucrativas –diseño, publicidad- y desde luego en estas circunstancias es casi utópico que algún artista quiera dedicarse a la historieta con la pretensión –como la de Ambrós y de tantos otros en su momento- de mejorar su situación económica: Hoy, para bien o para mal, el dibujo de tebeos es más que nunca una vocación. La producción actual –con contadas excepciones – no ha reflejado unos arquetipos y valores que el lector identifique como propios, perdiéndose así de modo definitivo su carácter popular. Todos los cambios ocurridos –y no se nos tome por nostálgicos de un pasado que sólo con ojos ciegamente acríticos puede considerarse al mejor de los tiempos- son los que hacen más difícil que en 1992 (año de la redacción original de este artículo) se produzca la aparición de un dibujante como Ambrós, capaz de contactar con las grandes mayorías sin renunciar a unos presupuestos estéticos y narrativos propios, personales e impecablemente realizados.




Pedro Porcel/Andrés Porcel.

5 comentarios:

Ebravor dijo...

Unos artículos estupendos, dignos de ser guardados en nuestras hemerotecas. Ya los conocía en parte. Agradezco que los hayas vuelto a poner de actualidad.
AMBRÓS SIGUE VIVO EN NUESTROS CORAZONES. Cada vez que ojeamos sus viñetas, lo comprobamos: DIBUJÓ LA VIDA EN ELLAS.

Manuel C. dijo...

Tengo guardado en la recámara algo más de Ambrós que incluiré en los próximos días, pero lo alternaré con otras cosas, para no insistir tan seguidamente con el mismo tema.

Saludos.

Luis Antonio dijo...

No es por incordiar, eh, pero en Tebeosfera he leído que Ambrós, como dibujante, aunque era magnífico, y eso es indiscutible, era algo repetitivo. Sus caras y gestos eran muy similares y tal. Hombre, eso parece que no es ningún secreto.

Éste es el enlace:

http://www.tebeosfera.com/1/Documento/Articulo/Guionistas/Mora/Victor2.htm

Los artículos, Manuel... ¡COLOSALES!

Saludos.

Ebravor dijo...

Eso es cierto, Luis. Siempre se ha dicho que Ambrós no tenía amplios registros en lo que se refiere a los rostros. Es cierto que en muchas ocasiones, los personajes parecían repetirse (Ver la cara y el cabello de D' Artagnan en Los Tres Mosqueteros y mirad el aspecto del Capitan en los primeros cuadernillos de la Colección DAN... son casi idénticos) Sin embargo, este hecho no resta grandeza y maestría al genio. Y esto es lo extraordinario. Ambrós, cuando dibujaba fisonomías, iba mucho más allá: fue capaz de dibujar la expresividad y el sentimiento. De algún modo, esas caras tan aparentemente similares... ¡eran todas distintas, porque sentían emociones distintas! Dibujar la emoción, el miedo, la alegría (no la carcajada, que también), la angustia, la pena, la duda, la ira, la piedad, el hambre, el sueño... eso sólo lo supo plasmar Ambrós. Aunque sus registros fueran muy escasos, eran suficientes para transmitir lo que querían y pretendían: LA VIDA. AMBRÓS DIBUJÓ VIDA EN SUS VIÑETAS. No sé cómo lo consiguió... pero lo hizo.

Luis Antonio dijo...

Hay personajes que los borda, eh. Titlan, por ejemplo, me llama muchísimo la atención. O Krisna.

Las chicas, sobre todo las morenas como Zaida o Kundra, me parecen todas similares. Supongo que en los años 50, como las mujeres llevaban esos peinados tan...

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...